viernes, 9 de abril de 2010

A Rafael Moreno Martínez


Remolino de sentimientos, tormenta de sensaciones. Eso es lo que ha sido para mi el transcurso de estos días. Se me acumulan imágenes, momentos, gestos que me presionan en la parte superior de la cabeza, como si lucharan por escapar, por dejar de estar contenidos y volar, volar alto y alcanzarte allí donde tú estás ahora para así poder rodearte del inmenso cariño que siento por ti y por todo lo que tú significas.

El padre de mi padre, el hombre que tantas mañanas lo ha acompañado allí en el taller, sentado a su lado, en un silencio repleto del amor que siempre le has tenido. El abuelo que tantos buenos momentos le ha hecho pasar a mis hermanas y a mis primas en ese grueso capítulo de sus vidas "mojándose el culo" en la playa de Gandía, como a ti siempre te gustaba decir. Mi abuelo, porque a pesar de no haber tenido la oportunidad de disfrutarte de la misma manera que mis hermanas, si he podido escuchar de tu boca cantidad de historias llenas de vida... de una vida feliz, de una vida que hoy se da por concluída y que da paso nuevas generaciones como bien quedó demostrado ayer en los preciosos pucheritos de tu biznieta de 20 días y en los alborotados movimientos de Marcos en la tripa de mi hermana Elena.

¿ Sabes? hay dos cosas que persisten en mi mente desde que conocí la noticia de tu fallecimiento. Una de ellas son los besos que te daba. Me encantaba hundirme en tus mejillas, incluso cuando ya no había carne en la que hundirse, y darte muchos besos seguidos. Es algo que no suelo hacer. La mayoría de los besos conllevan implicitamente la reciprocidad y cuando somos besados nos precipitamos a besar sin saborear plenamente el regalo recibido. Tú, en cambio, te quedabas quieto mientras yo intentaba plasmarte repetidamente lo mucho que te quería, inscribirlo en tu ser. Ahora cierro los ojos y pienso en ese momento, y siento que lo hago, que lo seguiré haciendo.


El otro pensamiento ya está escrito entre líneas, pero lo resumo en este pasaje evangélico:

«Dentro de poco ya no me veréis, y dentro de otro poco me volveréis a ver.»
Entonces algunos de sus discípulos comentaron entre sí: «¿Qué es eso que nos dice: "Dentro de poco ya no me veréis y dentro de otro poco me volveréis a ver" y "Me voy al Padre"?»
Y decían: «¿Qué es ese "poco"? No sabemos lo que quiere decir.»
Se dio cuenta Jesús de que querían preguntarle y les dijo: «¿Andáis preguntándoos acerca de lo que he dicho: "Dentro de poco no me veréis y dentro de otro poco me volveréis a ver?"
«En verdad, en verdad os digo que lloraréis y os lamentaréis, y el mundo se alegrará. Estaréis tristes, pero vuestra tristeza se convertirá en gozo.

(Jn 16, 16-20)



No te olvido, mi yayo.

domingo, 4 de abril de 2010

Perdoname, porque no sé lo que hago


Entonces Simón Pedro, que llevaba una espada, la sacó e hirió al siervo del Sumo Sacerdote, y le cortó la oreja derecha. El siervo se llamaba Malco.

Jesús dijo a Pedro: «Vuelve la espada a la vaina. La copa que me ha dado el Padre, ¿no la voy a beber?» (Jn 18,10-11)

Alrededor de esta frase han rondado muchos de mis pensamientos durante esta semana, porque si algo he tenido es tiempo para pensar y tiempo para indignarme viendo escenas ridículas en las que esos que se hacen llamar defensores de la patria vestidos con sus mejores galas levantaban de manera fervorosa a su Cristo de la buena muerte. ¿ Quién les vino con el cuento de que el fin justifica los medios? Ellos no cargan con ningún Cristo, ellos cargan con sus propias cruces, porque ningún Cristo les pide que desenvainen.

Y es que, si volviera... si entrara en nuestros templos... creo que volvería a tirarlo todo por el suelo... y todos volveríamos a echarnos las manos a la cabeza y pensaríamos, ¿quién es ese que se atreve a hacer lo que hace y a decir lo que dice? y gritaríamos sin ningún remordimiento todos a una eso que escuchamos en semana santa y que tanto nos duele. Sí, de mi boca la primera saldría: " crucifícalo", porque no hemos aprendido nada o hemos aprendido tan poco que nos hemos montado una feria de gestos y rituales sin sentido, vacíos de contenido.

Estoy vacía y solo me queda la fe, la fe desnuda de políticas e intereses, eso es lo único que me llena.



Aquí dejo una nueva imagen de hipocresía... con esto NO comulgo.