lunes, 8 de octubre de 2012

Las rayas que pasaron a ser líneas


Tú vas sentada en el tren,
todo normal
y como todos los días
vuelves a casa leyendo (poesía)
escuchando música, pensando,
o cansada de tanto pensar
simplemente mirando.
Mientras tanto él va volando
montado en una nave alargada
que vuelva bajo
rozando el suelo
pero sin tocarlo.
Cigarro en una mano,
en la otra un café cerrado
tipo Starbucks,
corre acelerado
perseguido por quién sabe qué
eres incapaz de imaginarlo.
Pero una mirada se cruza
y se encuentra con unos ojos,
perdidos,
que no es a ti a quien ven
sino lo que la droga quiere que representes.
El, una historia complicada, eso seguro,
hojas y hojas para una novela
llenas de garabatos para ti sin sentido
y en la portada
huellas del camino recorrido
sobre ambos brazos
por el ansia de inyectar
dosis de realidad
a cañonazos.
Y así vivir al margen
de un mundo que no eligió
en territorio inexplorado,
como valiente que un día tuvo miedo
y decidió pillar un billete de ida,
15 mg de heroína,
sin saber dónde estaba el destino,
sin pensar que no volvería
de esa otra longitud de onda
accediendo por la nariz o por la vena
jugando con fuego
pero sin previo aviso infrarrojo.

Y se quema y se consume
ella,
y se consume y se quema
él.
Hasta nunca
te dijo en el tren.

No hay comentarios: