sábado, 31 de julio de 2010

De una peregrina a un amigo


Sé que quiero escribir pero es tanto lo que tengo que decir que cuando empiezo me doy cuenta de todo lo que me dejo... y paro. Son tantos los momentos que han llenado mi corazón estos últimos 10 días que el simple hecho de disponerme a escribirlo me causa emoción.

He pensado que la mejor manera de describirlo todo, o de intentarlo, es dirigiendome a tí, Antonio. Has estado muy presente a lo largo de todo mi peregrinaje y especialmente en las últimas etapas. Sé que tu también has pensado mucho en nosotros y has rezado por que las cosas salieran bien, y ha sido así. A pesar de que tuvimos todo tipo de sorpresas: fiebres, otitis, reacciones alérgicas y por supuesto las ya conocidas y fieles compañeras de travesías nuestras amigas Ampollas y Tendinitis, todo ha salido bien. Pero, ¿ qué significa que todo haya salido bien? Te explico.

Todo ha salido bien a nivel grupal. Hemos conseguido llevar un muy buen ritmo caminando, los que iban peor lo hacían delante y Dani, que iba con ellos al frente, aumentaba o disminuía la marcha según cómo le parecía a juzgar por los alaridos, llantos y quejidos de sufrimiento. Ha tenido que ser muy duro para él, pero a la vez habrá sido una experiencia muy gratificante porque sé de muchos que le están muy agradecidos tanto por los ánimo como por las " broncas" que han recibido por su parte en sus peores momentos de " aquí me quedo, no puedo más".

Todas las mañanas nos costaba Dios y ayuda levantarnos, aunque poco a poco cada vez éramos más los que vencíamos a la pereza y a la comodidad y el calorcito de dentro del saco y nos lanzábamos con energía a tirar de los pies de los que aún seguían adormilados. Algún que otro día me enfadé por eso. Al fin y al cabo, todos salíamos más tarde, con el sol más alto, llegábamos más tarde al final de la etapa, comíamos más tarde y un largo etcétera de quehaceres que se retardaban en el tiempo, pero poco a poco empecé a tomarmelo de otra manera, ya que levantarme no era lo que más me costaba, quizá era mi labor despertar a los demás. Así lo asumí, y todo fue mejor para mi desde ese momento.

La primera hora de la etapa la hacíamos todos en silencio. Leíamos una reflexión que llevábamos en un librito y teníamos todo ese tiempo para encontrar en eso o en cualquier otra cosa un ratito de oración que al principio del Camino se hacía largo y tedioso pero que en las últimas etapas se me antojaba demasiado poco tiempo para todo lo que tenía que escuchar.

La siguiente media hora comenzaba lo que denominamos " el camino de Emaus". Que consistía en caminar al lado de una persona que no conociéramos, aunque llegó un momento en el que eso era realmente complicado. Para mí este momento fue otra de las grandes experiencias del camino ya que pude comprobar, etapa tras etapa, la evolución de las personas en sus conversaciones, que me demostraban que cada vez estaban mucho más metidas en ese espíritu del camino. Todos y cada uno de los caminos de Emaus que compartí me sirvieron y me llenaron, pero resalto los últimos porque pude comprobar como fluía Dios de una manera absolutamente natural. Sin más, nos encontrábamos hablando de El de una forma tan poco propia de nosotros mismos que se nos ponían los pelos de puntas al darnos cuenta. ¿ Cómo yo puedo estar hablando así? Realmente, no éramos nosotros... puede que algo así sintieran aquellos discípulos cuando descubrieron la identidad de su compañero de camino al partir el pan. ¿ Cómo no me había dado cuenta antes de lo fácil que es sentirse acompañada por El? ,¿ por qué no lo había reconocido?

El resto de la etapa se desarrollaba de manera única. Cada día era algo nuevo lo que pasaba, algo que la hacía distinta al resto y de la que sacabas nuevas enseñanzas. Obligar a alguien a cantar para que no se acuerde de su dolor, ver como una persona con los pies en carne viva anima mucho más efusivamente que tú a los demás, prestar tus palos a otros que van con tendinitis y notar que caminan mucho mejor y más rápido, encontrarte de pronto saltando un riachuelo, pasando en fila de uno por un camino estrechísimo bordeado de vegetación o envuelto completamente en túneles de altísimos árboles y salir a una abrasadora carretera donde sabes que durante kilómetros y kilómetros tus ampollas irán cociendose a cada paso. Hablar, callar, reir... y llorar.
Tengo que describirte un gran momento: el de la llegada al Monte do Gozo. Toda la etapa Carlos y Luis iban diciendo que llegarían corriendo, porque al parecer antiguamente se hacía. Yo no lo veía factible, mucha gente iba lesionada y no me parecía bien que se adelantaran para hacerlo y así se lo comuniqué a ellos. Sin embargo ellos seguían gritándolo, junto con Nacho Poza. Los 3 han tenido un papel fundamental en eso de animar a la gente.

Así transcurría la etapa cuando derrepente vimos, tras unas cuesta de arena, en lo alto, el monumento que indica que puedes empezar a gozar, porque ya has llegado. Me invadió una emoción inmensa y comprobé como a todos nos llenaba de la misma manera porque de forma espontánea nos pusimos a correr, todos, no existían las ampollas, ni las tendinitis, nada. Todos corrimos, todos subimos la cuesta y cuando llegamos hicimos un corro, nos dimos las manos y nos pusimos a gritar. Los turistas y otros peregrinos nos hacían fotos, se hacían fotos con nosotros... Belén lloraba porque lo ha pasado muy mal en este camino pero lo ha hecho como una campeona, los chicos la manteaban, ellos lloraban, yo lloraba... increíble, Antonio. No sé si soy capaz de hacerte ver lo verdaderamente INCREÍBLE que fue.

A nivel personal todo ha ido muy bien. He hablado, callado, reido y llorado mucho. He hablado o lo he intentado con todos y cada uno de mis chicos de confirmación. Me he intentado acercar a sus situaciones de vida en todos los ámbitos: familia, amigos, amor, fe. He aprendido muchísimo de todos ellos y he incrementado las ganas de seguir haciendolo. Son personas muy especiales para mi, Antonio, y me emociona sentir que de alguna manera yo también lo soy para ellos. ¿ Sabes cuál es la sensación de cuando te van a hacer un regalo? Ves que un ser querido se acerca con una bolsa, dentro va un envoltorio... ¿ qué será? lo abres, poco a poco, y cada vez te sientes más emocionada, aumenta también el nerviosismo... algo así siento yo con ellos. Es un regalo que se me ha concedido poder conocerlos y cuidarlos en la medida de lo posible y lo mejor es que creo que aún no he sacado el regalo siquiera de la bolsa.

He compartido unos momentos inolvidables con las otras 3 ancianas de pocos días y de mucha sabiduría. Hemos reforzado lazos y hemos vuelto a sentirnos unidas y necesarias las unas para las otras. Somos tan distintas y a la vez nos entendemos tan bien, es fantástico y misterioso. No puedo hacer otra cosa que dar gracias a Dios por haberlas puesto en mi camino, en el de mi vida y muy especialemente estos días en el de Santiago.

Las últimas etapas las hicimos coincidiendo con Oscar, desde Arzúa. También este hecho ha conseguido darle un color distinto al camino. Al no tener cura, se notaba al principio que algo faltaba, pero ese hueco se llenó a partir de ese momento. Nos sentimos muy agusto con los chicos con los que hacía el camino Oscar y también compartimos momentos muy especiales con ellos.

He echado mucho de menos a David García y a Julián. Me acordaba de ellos todos los días. Imaginaba cómo reaccionarían ante tal o cual situación y poco a poco fui cayendo en la cuenta de que quizás ellos no estaban porque así tenía que ser, porque de esa manera yo estaba aprendiendo también mucho. Como tú, que tampoco estabas... Cuando llegamos a Santiago, en la tarde de tiempo libre, me senté con Carlos en el suelo, en la plaza del Obradoiro, delante de la catedral, para leer algunas de las historias de tu libro que estaba en una mesita en el hogar de peregrinos de los franciscanos. Al hacerlo, ambos nos emocionamos. No olvidaré nunca ese momento. Estaba en Santiago, al fin, con todo lo que eso había significado días atrás, sentada con una de las personas que más quiero en el mundo, con la que he vivido también muchos de esos momentos, llorando al recordarte. Con la respiración entrecortada le pregunté a Carlos si alguna vez había imaginado cómo hubieran sido las cosas si tú no te hubieras ido. El supo contestarme justamente con lo que necesitaba oir, porque aunque él mismo lo dude, siempre sabe hacerlo. Siempre me da lo que necesito, la palabra, el gesto exacto. Me dijo que no teníamos que ser egoístas porque tú eras feliz, que mejor pensásemos qué hubiera sido de ti si no hubieras dado el paso de cambiar de vida y de meterte en el Monasterio. De nuevo llego a la misma conclusión: no estás porque quizás no tienes que estar, no físicamente. Sigo aprendiendo de ti, de tu manera de actuar y de tu sabiduría, de tu fe, aunque tú no estés con nosotros.

Recordé con mucho cariño el momento en el que te conocí en el Monte do Gozo. Cuando estábamos todos y apareciste con Julián y con Oscar. Rememoré ese momento en el mismo lugar. Cuando nos dijeron que serías nuestro nuevo párroco y uno a uno nos fuiste preguntando cómo nos llamábamos y dándonos dos afectuosos besos. Hablé con Laura Guadalupe y me dijo que se acordaba perfectamente de lo que le dije: " ¿te has fijado? solo lleva una cruz de madera colgada al cuello"...

Y finalmente llegué a Santiago. Todos llegamos. Llegamos cantando efusivamente. Cuando entre los edificios se vio una parte de la fachada de la catedral Gema gritó como una loca para que todos la siguiésemos, y las lágrimas se me escapaban de los ojos al igual que a Carlos, a mi derecha: " Mira Santiago que ya está aquí, qué cerca está, ya voy a llegar, con un montón de amigos".

Y justo antes de entrar en la plaza nos paramos, nos cogimos todos de las manos, y así aparecimos, uniformados con unas camisetas azules en las que quedaba para la memoria inscrito ( regalo sorpresa de unos pocos que lo mantuvieron en secreto hasta el último día): Camino de Santiago 2010, 19-29 julio.
Ahora estoy de vuelta, en Madrid. Mañana mismo empiezo mi rutina, a estudiar para septiembre. Puedo decir que han acabado mis vacaciones. He acabado el Camino de Santiago... pero empiezo otro camino, lo sé. No sé qué me depara el futuro porque me doy buena cuenta de que aún no soy consciente de todo lo que me ha dado esta experiencia. Poco a poco lo iré descubriendo porque no pienso dejar de buscarlo. De momento tengo una extraña sensación porque siento que he conocido lo extremadamente feliz que se puede ser con muy poco y necesito transmitirlo, hacerselo ver al mundo, a un mundo tan lleno de cosas que sobran y tan falto de otras que hacen falta y de lo que ahora mismo, Antonio, reboso.

Necesitaba escribirte esta historia porque ahora que leo tu libro... creo que también cura el alma. La he publicado también en mi blog, por si de esta manera yo también consigo curar el alma de los demás como tú lo haces.

1 fuerte abrazo.




2 comentarios:

J dijo...

Este es uno de los momentos que esperaba con ansia esta mañana. Lo he retrasado porque, aunque sin ganas, debía leer cosas del trabajo, pero estaba deseando que llegara el momento de abrir internet y leer tu blog... y estoy haciendo verdaderos esfuerzos por no llorar.
Ha sido duro no estar allí esos días con vosotros, pero creo, como tú, que era el principio de algo que debe ser. Que se acerca, sin prisa pero sin pausa. Una nueva vida, pero que, como el grano de mostaza, "algo debe morir para que pueda dar tanto fruto"
Estuve con vosotros cada mañana, en cada lágrima, en cada grito, en cada risa amiga, en cada empujón borde... en cada oración. Rezaba por vosotros al levantarme. Paraba a las 12h (más o menos :)) para rezar con vosotros el Ángelus (o samgelus como parece que lo habéis bautizado). Y todas las noches me acostaba con vuestros cansancios, sueños, deseos y esperanzas en mis oraciones.
Hace poco hablaba con mi madre de cómo alguien de 38 años podía estar tan metido, durante tanto tiempo, en los grupos de jóvenes de la parroquia... como uno más. Pienso que, después de la muerte de mi padre era ahí donde Dios me quería... hasta dentro de no demasiado tiempo más.
No sé cuándo y de qué manera desapareceré de ahí, pero vosotros de mi corazón, de mi alma... NUNCA No sé si sabrás que por cada infarto queda una cicatriz en el corazón del que lo sufre... para siempre. De la misma manera estáis vosotros en mi alma. Algo que ha ido surgiendo como el parto de un ser querido... con dolor, pero que al verlo crecer no puede por menos que sentiree orgulloso... y no puedo dejar de dar GRACIAS A DIOS
Sigo aprendiendo de vosotros día tras día, correo a correo, palabra a palabra, mirada a mirada... desde los más pequeños hasta Dani mismo (con lo que es...)... todos sois verdaderos instrumentos de Dios, y en sus manos, de sus manos, vais camino de la perfección.
GRACIAS de corazón, desde el fondo de mi alma... TE QUIERO

Anónimo dijo...

Muy grande Sandra!! Me ha encantado poder leer y ver desde tu punto de vista ese camino de Santiago que lo hagas una o 1000 veces siempre es diferetne y siempre se aprende. Ojala hubiera tenido una mínima posibilidad de ir y compratir algo tan importante para mi como es el camino de Santiago con tanta gente a la que veo cada día. Y ojala también hubieramos tenido la posibilidad de que Antonio hubiera caminado a vuestro lado. Enhorabuena por expresarte tan bien y poder disfrutar como si se hubiera vivido.

Julían en el fondo eres un chico joven también, lo unico que te hace "viejo" es la edad por eso has aguantado tanto tiempo. Y por supuesto te animo a que sigas particpando no alomejor tan metido pero si en actividades grupales!

En fin, os dejo que sigo trabajando.

Un besote y un abrazo!

Miguelón