lunes, 5 de julio de 2010

En el muelle de San Blás


No estudio nada que tenga que ver con la conducta humana, pero siempre he sentido una fabulosa admiración por estos temas. Me apasiona conocer a las personas, adentrarme en su ser y escudriñar sobre aquello que le preocupa. Juego a adivinar lo que necesita el otro aunque apenas acierte, cultivo con mimo mis relaciones y me sorprendo cada día aprendiendo algo nuevo de otra persona.

A esto llevo dedicando parte de mi tiempo desde hace unos cuantos años, cuando empecé a tomar conciencia de que era algo que me llenaba y que tenía que hacer. Desde entonces puedo decir que he descubierto, a través del acompañamiento y de la escucha, emociones palpitantes, tristes historias que me han llenado de lágrimas, experiencias vitales que me han colmado de sonrisas. De entre todo esto, hay algo, un sentimiento, que he podido comprobar que pesa sobre los hombros de muchas personas, que lo cargan durante ciertos momentos de su vida a través de etapas más cortas, en unos casos, o de caminos largos y escarpados en otros tantos. La soledad...


Hasta ahora puedo decir que no me he sentido sola. He tenido muchos momentos de soledad, pero han sido elegidos por voluntad propia. Siempre me ha gustado dedicarme mi tiempo, sentirme "sola" a la hora de tomar ciertas decisiones que sé que me harán madurar y crecer como persona. Pero no vengo a hablar de ese tipo de soledad ahora mismo.


Lo que por circunstancias concretas ( que no son propias, que nadie se preocupe) me viene preocupando desde hace ya unas cuantas semanas, es la soledad impuesta. Siempre he pensado que no estamos hechos para vivir solos. No sé si la vida perfecta se desarrolla en pareja, en trío o rodeado de una multitud, pero si que entiendo que una persona no es feliz si no tiene amor, más concretamente alguien que lo ame y a quien amar.


Cuento con pocos años, puede que cambie de opinión y termine viviendo sola en un piso, tan agusto, pero a mi corta edad he comprobado que hay ciertas aptitudes que se repiten. Hace nada leí que no es posible, en el mundo de la psicología, encuadrar a personas completamente dentro de un marco ya estipulado pero que, sin embargo, si que se puede hacer con conductas, de una forma más concreta. Pues yo, jugando a ser psico-analista, me he dado cuenta de que las personas que viven de forma intensa lo que en esta entrada entiendo por La soledad, sufren trastornos, se obsesionan y poco a poco se incapacitan a sí mismos para salir de ella. He observado cómo una persona, o varias, incluso diré que muchas, con falta de cariño idealizan el amor y lo buscan ansiadamente, como si encontrarlo fuera el único objetivo por el que merece la pena seguir adelante, cómo en esa búsqueda encuentran "falsos amigos" que les dicen al oído de qué manera solucionarán todos sus males y que lo único que hacen es desviarlos hacía caminos mucho más oscuros y sin salida...


Y lo peor de todo, me he visto incapacitada para dar una solución a alguna de estas personas, porque precisamente a ellas, a las que más lo necesitan porque son las que más solas están, no las he sabido acompañar.

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